martes, 19 de enero de 2010

ANTES DE QUE ELLOS CREZCAN




Hay un período cuando los padres quedan huérfanos de sus hijos. Los niños crecen independientes de nosotros, como árboles murmurantes y pájaros imprudentes. Crecen sin pedir permiso a la vida. Crecen con una estridencia alegre y, a veces, con alardeada arrogancia. Pero no crecen todos los días de igual manera, crecen de repente. Un día se sientan cerca contigo en la terraza y te dicen una frase con tal naturalidad que sientes que no puedes más ponerle pañales a aquella criatura. ¿Dónde fue que anduvo creciendo aquella insignificancia que no lo percibiste? ¿Dónde quedaron la placita de jugar en la arena, las fiestecitas de cumpleaños con payasos, los juguetes preferidos?... El niño crece en un ritual de obediencia orgánica y desobediencia civil. Ahora estás allí, en la puerta de la discoteca, esperando que él/ella no sólo crezca, sino aparezca. Allí están muchos padres al volante, esperando que salgan zumbando sobre patines y cabellos largos y sueltos. Allá están nuestros hijos, entre hamburguesas y gaseosas en las esquinas, con el uniforme de su generación e incómodas mochilas de moda en los hombros. Allí estamos, con los cabellos casi emblanquecidos. Esos son los hijos que conseguimos generar y amar a pesar de los golpes de los vientos, de las cosechas, de las noticias y de la dictadura de las horas. Ellos crecieron medio amaestrados, observando y aprendiendo con nuestros errores y aciertos. Principalmente con los errores que esperamos no repitan. Hay un período en que los padres quedan un poco huérfanos de los propios hijos... ya no buscan más que las puertas de las discotecas y de las fiestas. Pasó el tiempo del piano, el ballet, el inglés, la natación y el kárate... Salieron del asiento de atrás y pasaron al volante de sus propias vidas. Hubiéramos ido más junto a su cama al anochecer, para oír su alma respirando conversaciones y confidencias entre las sábanas de la infancia, y a los adolescentes cubrecamas de aquellas piezas llenas de calcomanías, pósters, agendas coloridas y discos ensordecedores.
No los llevamos suficientemente al cine, a los juegos, no les dimos suficientes hamburguesas y bebidas, no les compramos todos los helados y ropas que nos hubiera gustado comprarles. Ellos crecieron, sin que agotáramos con ellos todo nuestro afecto. Al principio fueron al campo o fueron a la playa entre discusiones, galletitas, congestionamiento, navidades, pascuas, piscinas y amigos. Sí, había peleas dentro del auto, la pelea por la ventana, los pedidos de chicles y reclamos sin fin. Después llegó el tiempo en que viajar con los padres comenzó a ser un esfuerzo, un sufrimiento, pues era imposible dejar el grupo de amigos y primeros enamorados. Los padres quedaban exiliados de los hijos. Tenían la soledad que siempre desearon, pero de repente, morían de nostalgia de aquellas pestes. Llega el momento en que sólo nos resta quedar mirando desde lejos, torciendo y rezando mucho (en ese tiempo, si nos habíamos olvidado, recordamos cómo rezar) para que escojan bien en la búsqueda de la felicidad, y que la conquisten del modo más completo posible. El secreto es esperar... En cualquier momento nos pueden dar nietos. El nieto es la hora del cariño ocioso y picardía no ejercida en los propios hijos, y que no puede morir con nosotros. Por eso, los abuelos son tan desmesurados y distribuyen tan incontrolable cariño. Los nietos son la última oportunidad de reeditar nuestro afecto. Por eso es necesario hacer algunas cosas adicionales... ¡¡¡Antes de que ellos crezcan!!!


PD: Así es. Las personas aprenden a ser hijos sólo después que se convierten en padres y aprenden a ser padres después de convertirse en abuelos... En fin... ...Sólo aprendemos a vivir después de que ya no tenemos más vida.

AMAR ES UNA DECISIÓN


Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, lo miró a los ojos y sólamente le dijo una palabra: Ámela. Luego, calló. - Pero es que ya no siento nada por ella, replicó el hombre. - Ámela, repuso el sabio. Y ante el desconcierto del señor, después de un oportuno silencio, agregó lo siguiente: Amar en un decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. Amar es un verbo y el fruto de esa acción es el amor. El amor es un ejercicio de jardinería: Arranque lo que hace daño, prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide. Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandone su jardín. Ame a su pareja: acéptela, valórela, respétela, déle afecto y ternura, admírela y compréndala. Eso es todo, ámela.

¿ÁGUILA O POLLO?


Érase una vez un hombre, que mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en un corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos. Un día un naturalista que pasaba por allí le preguntó al propietario porqué razón un águila, el rey de todas las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrada en el corral con los pollos.-Como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser pollo, nunca ha aprendido a volar- respondió el propietario-. Se conduce como los pollos, y por tanto, ya no es un águila.-Sin embargo- insistió el naturalista- tiene corazón de águila y, con toda seguridad, se le puede enseñar a volar.Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista la tomó en sus brazos suavemente y le dijo: Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre las alas y vuela.El águila, sin embargo, estaba confusa; no sabía qué era y, al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó al águila al tejado de la casa y le animó diciéndole: ´Eres un águila. Abre las alas y vuela. Pero el águila tenía miedo de su yo y del mundo desconocido y saltó una vez más en busca de la comida de los pollos.El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó al águila del corral y la llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y le animó diciendo: ´Eres un águila. Eres un águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela.El águila miró alrededor, hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Pero siguió sin volar. Entonces, el naturalista la levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a temblar, a abrir lentamente las alas y finalmente, con un grito triunfante, se voló alejándose en el cielo. Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que, de cuando en cuando, vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo. Sin embargo, fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.Esta parábola refleja muy bien la situación de cada uno de nosotros y del hombre de hoy. Este ha perdido su identidad y el sentido de la vida. ¿Quién es el hombre? ¿Cuál es el sentido de su vida? ¿Quién soy yo? La respuesta no es fácil ¿Soy águila o soy pollo? Mi conciencia me dice lo primero, mi forma de vida tal vez lo segundo. Como el aguilucho, el hombre ha perdido identidad. A fuerza de vivir en el corral y de comer la comida de los pollos, ha traicionado su verdadera esencia y se ha rebajado. Ya no sabe lo que es. Ha perdido el sentido de la actividad y de su vida.El hombre, como el águila, es el rey de la creación. Posee un corazón grande capaz de anhelar lo sublime. Tiene alas para perseguir lo más alto. Sin embargo, se ha encarcelado en el corral; la sociedad de consumo lo tiene atrapado en sus fauces voraces. Y es que es mucho más fácil y placentero ser pollo que águila. El pollo posee la seguridad del corral, la comodidad de las rejas que delimitan su espacio, el cuidado de su amo, la tranquilidad del alimento asegurado, la protección frente a las vicisitudes de la vida. El águila, sin embargo, debe asumir el riesgo de moverse en un espacio sin límites, tiene que estar alerta para no caer en manos del cazador que la convertiría en trofeo de caza o en pieza de museo, tiene que luchar frecuentemente en la soledad y en un ambiente adverso, por proteger y defender su vida de quienes quieren someter. Pero el pollo ha perdido su libertad, la ha entregado a cambio de unos granos de trigo que llenen su buche hambriento, es explotado y sometido al sucio mercado de la compra y venta. El águila en cambio, es libre, sus alas le permiten surcar los cielos y explorar horizontes siempre nuevos.¡Que triste es ver al hombre, como el aguilucho, en el corral comiendo la comida de los pollos y llevando la vida de estos, cuando su corazón y su mente están hechos para cosas más grandes.La tarea no es fácil; en parte, porque estamos convencidos de ser pollos o porque no conocemos cuál es realmente nuestra identidad; en parte, porque nuestros amos, la comodidad, la dependencia y el consumismo, no nos dejan salir. Sentiremos miedo, indecisión; tendremos que luchar contra la inercia, que una y otra vez tratará de devolvernos al corral. Únicamente el aire limpio de la montaña y la contemplación de ideales tan nobles y altos como el sol, podrán desplegar nuestras alas y hacer cantar el grito triunfante de la liberación.Recordaremos con nostalgia nuestra vida de pollos y sufriremos la tentación de volver al corral. Pero quien realmente descubre su vocación a la libertad y encuentra un claro sentido de su vida, jamás dará un paso atrás en su decisión de llevar una existencia auténticamente humana.

AGUANTA UN POCO MAS


Se cuenta que en Inglaterra había una pareja que gustaba de visitar laspequeñas tiendas del centro de Londres. Al entrar en una de ellas se quedaronprendados de una hermosa tacita. ¿Me permite ver esa taza? preguntó la señora,¡nunca he visto nada tan fino! En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia: Usted debesaber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace muchotiempo yo era solo un poco de barro. Pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma. Llegó el momento en que me desesperé y le grité: ¡Porfavor..ya déjeme en paz! Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: Aguanta un pocomás, todavía no es tiempo. Después me puso en un horno. ¡Nunca había sentido tanto calor! Toqué a lapuerta del horno y a través de la ventanilla pude leer los labios de mi amo queme decían: Aguanta un poco más, todavía no es tiempo.Cuando al fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenasme había refrescado, me comenzó a raspar, a lijar. No se cómo no acabó conmigo.Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo. Por último me aplicómeticulosamente varias pinturas. Sentía que me ahogaba. Por favor déjame enpaz, le gritaba a mi artesano; pero él solo me decía: aguanta un poco más,todavía no es tiempo. Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, muchomás caliente que el primero. Ahora si pensé que terminaba con mi vida. Le roguéy le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se habíavuelto loco. Grité, lloré; pero mi artesano sólo me decía: Aguanta un poco más,todavía no es tiempo.Me pregunté entonces si había esperanza. Si lograría sobrevivir aquellostratos y abandonos. Pero por alguna razón aguanté todo aquello. Fue entoncesque se abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente y me llevó a unlugar muy diferente.Era precioso. Allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte, resplandecían como solo ocurre en los sueños. No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mi había un espejo. Una de esas maravillas era yo. ¡No podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! mí artesano entonces me dijo: Yo se que sufriste al ser moldeada por mis manos, mira tu hermosa figura. Se que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia, se que sufriste con las raspadas y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia. Y la pintura te provocaba nauseas, pero contempla ahora tu hermosura. Y, ¿si te hubiera dejado como estabas? ¡Ahora eres una obra terminada! ¡Lo que imaginé cuando te comencé a formar!.Querido hermano que lees. Tú eres una tacita en las manos del mejor alfarero: Dios. Confíate en Sus amorosas manos aunque muchas veces no comprendas por qué permite tu sufrimiento.

A VECES TRATAMOS A LOS EXTRAÑOS....


Hoy choqué con un extraño cuando caminaba.Disculpe Usted le dije;Él me dijo; No, disculpe Usted, no la mire cuando venia.Ambos fuimos muy amables.Continuamos nuestro camino y nos dijimos adiós.Pero al llegar a casa otra historia se desarrollo.Esa misma tarde mientras yo cocinaba,Mi hija se paro muy firme por un lado sin que yo me diera cuenta.Cuando me di la vuelta casi la tumbo.¡¡Quítate de aquí por que me estorbas!!-le grité-Ella se fue con su corazoncito destrozado.No me di cuenta de lo fuerte que le grité,Por la noche, cuando me acosté, una voz muy baja Escuche que me decía:Cuando hablaste con un extraño cortes fuiste,pero con la criatura que amas, grosera te portaste.Mira en el piso de la cocina y encontraras unas flores cerca de la puerta,esas flores, tu hija las escogió especialmente para ti; rosa, amarilla yazul y se acerco a ti silenciosamente para no arruinar la sorpresa.Pero tú ni te diste cuenta de las lágrimas en sus ojos.En este momento me sentí el ser más insignificante Y las lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, lentamente fui alcuarto de mi hija y me arrodille al borde de su cama, despierta cariño,despierta chiquita le dije.Estas flores... ¿las escogiste para mí mi amor?Ella se sonrió y dijo: Las encontré cerca de un árbol y las recogí por quesabía que te gustarían, especialmente la azul.Le conteste: Hija discúlpame por la forma en que te trate en la tarde nodebí gritarte de esa forma.Ella me contestó: Mamá no te preocupes te quiero de cualquier manera.Y yo a ti corazón y me encantaron tus flores especialmente la azul. Leconteste.Tengamos en cuenta, como tratamos a nuestros seres queridos sin importarsus edades...